Buena Ganga
Una mañana entró un caballero en la tienda de un prendero. Él sacó un cuadro y dijo con cortesía:
--Voy ahora a la oficina. ¿Hará Vd. el favor de guardarme este cuadro? Lo recogeré por la tarde cuando vuelva a casa.
--Con mucho gusto, caballero, --respondió el prendero.
--Espero que no lo toque nadie, porque es un cuadro de gran valor. Mi abuelo lo compró hace muchos años y lo apreciamos mucho.
El prendero examinó el cuadro, luego empezó a arreglar sus muebles. Después de una hora se presentó otro caballero. Quería comprar una mesa y algunas sillas. No le gustaron los muebles pero antes de marcharse vio el cuadro. Lo examinó con cuidado y luego preguntó el precio.
--No puedo venderlo, --contestó el prendero --no es mío.
El caballero lo volvió a examinar y dijo:
--Le ofrezco cien duros además del precio del cuadro si quiere Vd. venderlo.
--Ya he dicho que no puedo venderlo, pues no es mío.
El caballero se marchó y después de algunos minutos volvió con otro hombre. Dijo que éste era pintor.
Los dos hombres examinaron el cuadro con cuidado, hablaron en secreto algunos minutos y después el comprador dijo al prendero:
--Doy cuarenta mil reales por el cuadro y cuatro mil reales para Vd., si quiere venderlo.
--Caballero, --dijo el prendero --si quiere Vd. volver mañana, tal vez pueda yo vender el cuadro; pero ahora no puedo prometer nada.
Cuando se marcharon los dos, el prendero escondió el cuadro. A las cuatro de la tarde volvió el dueño.
--¿En dónde está mi cuadro?
--Tengo que hablar con Vd.
--Bien, hable Vd., pero tengo prisa y quiero el cuadro. ¿Dónde está?
--¿Quiere Vd. venderlo?
--No, señor.
--Le doy cien duros por él.
--No quiero venderlo.
--Doscientos.
--Nada.
--Quinientos.
--Nada, nada.
--¿Quiere Vd. mil?
--No, señor.
--Pues debo confesar la verdad. Me han robado el cuadro y no puedo devolvérselo.
--¡Desgraciado de Vd.! ¿Qué ha hecho? --dijo el caballero. --¿Sabe Vd. que es un cuadro que vale diez mil duros?
--¡Pobre de mí! haga Vd. lo que quiera, pero no puedo darle el cuadro; me lo han robado.
El caballero se dejó caer en una silla desesperado.
Después de algunos minutos, dijo: --¿Cuánto dinero puede Vd. darme?
--Mil quinientos duros. No tengo más, aunque me lleve a la cárcel. --No, no quiero hacer eso. Si me da Vd. ese dinero estaré satisfecho.
El prendero pagó y escondió el cuadro en la tienda, esperando al comprador.
Pasó un día, una semana, un mes y no pareció.
Entonces llamó a un pintor amigo, y le dijo:
--¿Qué le parece a Vd. este cuadro?
--Hombre, no es malo.
--¿Lo quiere Vd. comprar?
--No, señor.
--¿Cuánto vale?
--Ya sabe Vd., señor Juan, que los cuadros están muy baratos.
--Pues bien, dándolo barato.
--Hombre, si le dan a Vd. cuarenta reales, no será Vd. mal pagado.
--¿Dice Vd. cuarenta o cuarenta mil?
--Cuarenta, señor Juan, cuarenta, y es mucho.
--¡Ah! ¡me he perdido! ¡ladrones! ¡infames ladrones!
Después de esto ¿quién quiere comprar gangas?