El Médico Tunante
Llegó un tunante a la ciudad de Zaragoza, diciendo que sabía raros secretos de medicina. Entre otras cosas dijo que podía remozar las viejas. Muchas viejas del pueblo creyeron sus palabras.
Llegaron pues un gran número de ellas a pedirle este precioso beneficio. Él les dijo:
--Es necesario que cada una escriba en una cédula su nombre y edad.
Había entre ellas mujeres de setenta, de ochenta, y de noventa años de edad. Todas hicieron exactamente como él les había dicho porque no querían perder la dicha de remozarse. El tunante les dijo que volvieran a su posada al día siguiente.
Cuando volvieron él empezó a lamentarse y les dijo:
--Debo confesar la verdad. Una bruja me ha robado todas las cédulas. Era envidiosa de la buena suerte de Vds. Así es necesario que cada una vuelva a escribir su nombre y edad. También quiero decirles porqué es necesaria esta circunstancia. La mujer más vieja ha de ser quemada. Las otras han de tomar una porción de sus cenizas y así se remozarán.
Al oír esto se pasmaron las viejas, pero, todavía creyendo su promesa, hicieron nuevas cédulas. Pero todas tenían miedo de ser quemadas y no escribieron sus edades correctamente. Cada una se quitó muchos años.
La que tenía noventa, por ejemplo, escribió cincuenta; la de sesenta, treinta y cinco, etc.
Recibió el picarón las nuevas cédulas y luego sacó las del día anterior. Había dicho que las había perdido pero no era verdad. Comparó las nuevas cédulas con las otras y dijo:
--Ahora bien, señoras mías; ya tienen Vds. lo que les prometí; ya todas se han remozado. Vd. tenía ayer noventa años, ahora tiene cincuenta; Vd. ayer cincuenta, hoy treinta y cinco.
Hablando así las despachó a todas tan corridas como puede suponerse.